El 25 de enero tuvo lugar el “Día de la Ira” que inició el levantamiento popular que terminó con el derrocamiento de Mubarak. El presente del país.
Egipto conmemora hoy el quinto aniversario del histórico levantamiento popular que puso fin a casi 30 años de reinado de terror de Hosni Mubarak, pero lo hará en un clima de opresión fundado por un nuevo gobierno autoritario que mató, puso tras las rejas y forzó al exilio a sus principales opositores.
Al derrocamiento de Mubarak le siguió un año de transición militar, las primeras elecciones libres y la victoria del primer gobierno islamista, con el presidente Mohamed Mursi y la organización conservadora de la Hermandad Musulmana a la cabeza.
Este gobierno, que intentó imprimir su ideología islamista y conservadora a un Estado tradicionalmente laico, duró apenas un año, hasta que una nueva multitud de personas salió a las calles y pidió un cambio.
El 3 de julio de 2013 el entonces jefe del Ejército, Abdel Fatah al Sisi, encabezó un golpe de Estado que arrestó a Mursi y comenzó una sanguinaria represión contra las principales organizaciones islamistas del país, especialmente la Hermandad Musulmana.
Más de mil personas murieron, según los cálculos más moderados. Otro tanto fue detenido y condenado a penas de prisión o a la pena capital.
Además, el gobierno de facto lo declaró una organización terrorista y confiscó bienes por casi 528 millones de dólares, según informó hoy el jefe del Comité de Administración de los Bienes de la Hermandad, Ezat Jamis, designado por Al Sisi.
A partir de una presión internacional moderada, el gobierno de facto llamó a elecciones presidenciales, que en medio de una apatía generalizada, un boicot opositor y una masiva abstención, ganó a Al Sisi. Sólo un candidato de izquierda aceptó participar y legitimar los comicios.
Al Sisi llamó a un comité, designado por él, para redactar una nueva Constitución -que todavía no se materializó- y recientemente convocó elecciones parlamentarias y reabrió el Parlamento. Sin embargo, la represión y, principalmente, la persecución judicial continuó en el país, pero ya no sólo contra los miembros y simpatizantes del movimiento islamista.
Hoy los protagonistas del levantamiento conocido como la Primavera Árabe y los mismos que salieron dos años después a las calles para derrocar a Mursi y apoyar el golpe están en la cárcel o en el exilio.
Uno de los ejemplos más simbólicos es Ahmed Maher, coordinador del Movimiento 6 de Abril, uno de los grupos que encabezó el levantamiento en 2011.
El joven activista cumple actualmente una condena de tres años en la prisión de El Cairo Tora por "manifestarse sin permiso" y "agredir a las fuerzas de seguridad" durante una protesta en 2013.
Mostafa Maher contó a la agencia de noticias EFE que su hermano ya cumplió dos tercios de su condena, por lo que ya podría salir de la cárcel por buena conducta, según la ley. Sin embargo, él está seguro que "nunca lo pondrán en libertad".
Al igual que Maher, destacados activistas que jugaron un papel fundamental en las protestas como Alaa Abdel Fatah y Momahem Adel están ahora detrás de las rejas.
Con la llegada a la presidencia en 2012 de Mursi, las proclamas de libertad y los reclamos de un gobierno democrático y laico que protagonizaron la llamada Primavera Árabe egipcia se volvieron incómodas para los dirigentes islamistas, quienes autorizaron varias represiones durante su corto mandato.
Sin embargo, no fue hasta el golpe de Estado encabezado por Al Sisi que estos defensores de los derechos humanos y dirigentes políticos se convirtieron en enemigos declarados para el Estado egipcio.
Prueba de ello es que muchos dirigentes y activistas conocidos por su militancia en los dos levantamientos, el de 2011 contra Mubarak y el de 2013 contra Mursi, sintieron que ya no era seguro quedarse en su país.
"Después de la detención de mis amigos, como Ahmed Maher, Alaa Abdel Fatah y Mohamed Adel, sentí que era imposible seguir viviendo en Egipto", contó a EFE desde Londres Abdel Rahman Mansur, uno de los fundadores de la página web Todos somos Jaled Said, uno de los principales promotores de la llamada Primavera Árabe egipcia.
En un mensaje televisado a la nación, Al Sisi justificó el clima de opresión y afirmó que "las experiencias democráticas no maduran de un día para otro, sino a través de un proceso acumulativo y continuo".
Además, sostuvo que es necesario buscar un "equilibrio entre los derechos y las libertades en un marco consciente de libertad responsable" para evitar que "un caos destructivo socave las bases del Estado y elimine las capacidades del pueblo".
Sin embargo, la situación de la oposición en general en Egipto muestra que tal equilibrio no existe.
El partido con más apoyo popular, el brazo político de la Hermandad Musulmana, esta proscrito, las protestas en las calles severamente limitadas y las cárceles abarrotadas de personas que piensan distinto al presidente Al Sisi.
Actualmente existen más de 60.000 presos políticos en el país, según denunció el director de La Red Árabe para la Información de los Derechos Humanos (RAIDH), el abogado Gamal Eid, en diálogo con la agencia española.
Mientras algunas organizaciones de derechos humanos denuncian el clima de opresión política que se vive en Egipto, las principales potencias del mundo evitan hablar del tema ya que El Cairo continúa siendo un aliado clave en Medio Oriente y, por ende, un receptor de millones de dólares en armas y ayuda financiera.
Fuente: Infonews.com