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Bendición del Papa Francisco al mundo: "Solos nos hundimos"

Ante una plaza vacía, el Papa Francisco dio una bendición mundial para pedir el fin de la pandemia. "En este barco estamos todos y solos nos hundimos".

Hasta hoy nunca en la historia bimilenaria de la Iglesia se vieron imágenes tan sobrecogedoras como las de hoy. Con un Papa Francisco que, en solitario, en una plaza San Pedro totalmente vacía, imploró a Dios liberar a la humanidad de las "densas tinieblas" causadas por la pandemia del coronavirus y que con una "bendición urbi et orbi " otorgó la indulgencia plenaria, es decir, el perdón de los pecados a los más de 1300 católicos del mundo.

Papa Francisco-Momento de Oración 2020-03-27

El Sumo Pontífice elevó su suplica al Señor y nos pidió que confiemos en Él y respondamos a su llamada a “convertirnos”. También nos pidió que sigamos el ejemplo de las personas corrientemente olvidadas que están en el timón de la barca en estos momentos de crisis sanitaria por la pandemia.

“Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos”. Con estas palabras, el Papa Francisco inició su reflexión centrándose en el Evangelio según San Marcos, capítulo 5, versículo 35, tras la escucha de la Palabra desde el atrio de la Basílica de San Pedro en el momento extraordinario de oración convocado por él mismo el pasado domingo ante la emergencia sanitaria por coronavirus.

El Papa expresó que “nos encontramos asustados y perdidos”, pero en esta barca “estamos todos”, de hecho, continúa, “al igual que esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos”, también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”.

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Jesús calma la tempestad

Reflexionando sobre el Evangelio de San Marcos, el Papa habló de la “tempestad”. “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, proyectos, rutinas y prioridades”.

Para Francisco, la tempestad también nos muestra “cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad” y pone al descubierto “todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad”. Pero esta tempestad también nos quita el “maquillaje” de los estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar y deje al descubierto “esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.

"No hemos escuchado el grito de nuestro planeta enfermo"

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El Pontífice también elevó una súplica en estos momentos de prueba: “mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor””.

El Papa aseguró que hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo y codiciosos de ganancias. “Nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa”. Es en este momento en el que el Papa, dirigiéndose al Señor, aseguró que “no nos hemos detenido ante sus llamadas”, tampoco “nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo” ni “hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo”. De hecho, dijo, “hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”.

En esta Cuaresma resuena la llamada urgente: “Convertíos”

“Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti”, dijo Francisco.

En esta Cuaresma resuena la llamada urgente. “Convertíos” en la que se nos llama a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección.

“No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio – aseguró el Papa – el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”. También es el tiempo “de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás”, puntualiza.

Sigamos el ejemplo de las personas ejemplares, corrientemente olvidadas

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El Papa también nos pidió que dirijamos nuestra mirada a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, “ante el miedo han reaccionado dando la propia vida”.

Bergoglio se refirió a la generosa entrega de personas comunes “corrientemente olvidadas” que no aparecen “en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show” pero, sin lugar a dudas, “están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo”.

La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras

El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. “Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida” nos pidió el Papa y “entreguémosle nuestros temores, para que los venza”.

Francisco aseguró que si hacemos esto, experimentaremos, al igual que los discípulos, que con Él a bordo, no se naufraga”.

En este sentido, el Papa nos hace un ejemplo gráfico: “Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor”.

Al final de su reflexión, el Papa pidió al Señor que bendiga “al mundo”, de salud “a los cuerpos” y consuele “los corazones”. “Nos pides que no sintamos temor, pero nuestra fe es débil y tenemos miedo”, concluyó.

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