A cuatro horas en coche desde Washington y dos desde Nueva York, se encuentra uno de esos condados donde Hillary Clinton se dio el morrazo político de su vida. No elegía Luzerne un presidente republicano desde 1988; había votado y vuelto a votar a Barack Obama, pero en las presidenciales de 2016, los vecinos de este pedazo del cinturón industrial americano optaron por Donald Trump. Joe Padavan, el presidente regional del sindicato de trabajadores del acero, no daba crédito en los meses previos: “Había de todo, tipos que votaron a Trump, tipos que querían a Bernie Sanders y luego no quisieron votar a Clinton… Hay que ver esta vez, si se presenta Joe Biden… Es de aquí al lado de Scranton, puede ganar”, opinaba este sábado.
La cafetería S&W, de los hermanos Schmid, en Wilkes-Barre. XAVIER DUSSA
El presidente lanza formalmente este martes en Orlando su campaña para la reelección a la presidencia, si bien, en puridad, Estados Unidos no parece haber salido nunca de ella. Una economía en el ciclo expansivo más largo de su historia, la mayor rebaja de impuestos desde la era Reagan y la simple y llana fidelidad de partido, mayor entre republicanos que entre demócratas, juegan su favor. La mayor movilización de estos últimos, que se demostró en su victoria en las legislativas de noviembre, puede dar la vuelta a la situación. La única certidumbre para 2020: la polarización.
“Yo no veo su base erosionada en este condado, la diferencia esta vez van a ser los demócratas de este condado, no los que votaron a Trump, los que se quedaron en casa. Si los demócratas logran un candidato que los movilice y los lleve a las urnas, tienen una oportunidad”, opina Bill O'Boyle, un veterano reportero y columnista del diario local Times Leader. “Los demócratas tienen que ver por qué un tipo vulgar y ególatra se convirtió en portavoz de la América trabajadora, él les habló de cosas que les importan, como recuperar empleos que se fueron del país y proteger las fronteras”.
Fuente: El País