El Gobierno uruguayo considera que gracias a la legalización del cannabis se está produciendo un fuerte una disminución en el tráfico ilegal. Pero, según la policía, en los cuatro años que han pasado desde la implementación de esta ley pionera, las incautaciones se han mantenido más o menos constantes. La contradicción, que todavía no tiene una clara explicación, ejemplifica las dificultades para medir el avance real del narcotráfico ligado a la marihuana.
En 2014, cuando se autorizó el autocultivo y los clubes cannábicos, la Junta Nacional de Drogas empezó a monitorear los efectos de la ley a través de una encuesta realizada a los adultos que declaraban consumir marihuana, preguntando cómo lograban adquirir los productos. Según los resultados del estudio, en cuatro años los usuarios recurrieron cinco veces menos al narcotráfico: si en 2014 el 58% decía conseguir la droga ilegalmente, en 2018 la cifra bajó al 18%.
Así, uno de cada tres consumidores acudió en 2018 al mercado regulado por el Estado, mediante la compra en farmacias (implementada en 2016), el autocultivo o la pertenencia a un club registrado. Para Marcos Baudean, sociólogo y consultor de la Junta Nacional de Drogas, estos resultados muestran claramente el éxito de la experiencia uruguaya, única en el mundo ya que no solo legaliza, sino que deja bajo control estatal la producción de la droga.
Pero las cosas no son tan sencillas. Mientras se daban a conocer estos datos, el semanario Búsqueda citaba fuentes policiales para señalar que el negocio de los narcotraficantes de cannabis sigue boyante. La Dirección General de Represión al Tráfico Ilícito de Drogas superó este año las dos toneladas de drogas diversas incautadas, con una clara mayoría de marihuana. Esta cifra fue algo superior en 2018 (2,4 toneladas) y en 2017 alcanzó las 1,9 toneladas. Los policías citados por la publicación consideran que la legalización no está teniendo efectos contundentes sobre un negocio extremadamente rentable, que incluye muchas más drogas que la marihuana.