La premisa es simple, pero poderosa. The Offline Club ofrece espacios donde el uso de teléfonos está prohibido. Los participantes dejan sus dispositivos en una caja de seguridad al entrar y se disponen a disfrutar de horas sin la constante distracción digital. Aunque parezca difícil de imaginar en una sociedad que depende tanto de la tecnología, el éxito fue rotundo.
El club empezó como una pequeña iniciativa de tres amigos veinteañeros en Ámsterdam, preocupados por el impacto de la tecnología en las relaciones humanas: “Nuestro celular nos estaba sacando tiempo valioso y ya no conectábamos con la gente”, comentó al medio BBC, Ilya Kneppelhout, uno de sus fundadores.
Lo que inicialmente se trataba de un experimento en cafés pop-up se convirtió en un fenómeno viral con más de 389 mil seguidores en Instagram (@theoffline_club) y millones de reproducciones en sus reels. Su fama los permitió extenderse a ciudades como Londres, Barcelona, La Haya y Róterdam. El co-creador manifestó que “la gente tiene una necesidad interna de conexión” y que el club proporciona ese espacio ansiado.
Las actividades de The Offline Club varían, pero siempre se enfocan en la interacción humana sin distracciones tecnológicas. Los asistentes pueden leer, dialogar, usar juegos de mesa o incluso disfrutar de música en vivo. Uno de los puntos más destacados es que, sin pantallas de por medio, la gente se siente libre de conectar de manera más genuina. Incluso desde su cuenta oficial de Instagram afirmaron que hubo parejas que se formaron en estos encuentros, donde lo importante es la conexión cara a cara.
Esta iniciativa primero se llevaba a cabo en cafés, pero ahora también se hacen eventos de cena y hasta organizan fines de semana completos de desconexión en la naturaleza, donde los participantes realizan actividades que favorecen la creatividad y la relajación mental. Estas experiencias tienen tarifas de entre 7,50 euros para un evento de medio día en un café y hasta 425 euros para un retiro de fin de semana completo.
Los fundadores del club renunciaron a sus trabajos para dedicarse por completo a esta iniciativa, que sigue creciendo no solo en Europa, sino también en América y Asia. Además de las actividades en los bares, crearon una agenda de eventos con fines solidarios y colaboraciones con negocios locales. “Es liberador”, comentó al medio The Guardian uno de los asistentes a un evento en Ámsterdam: “aprendés a estar presente, a disfrutar del momento, y eso es algo que no siempre es fácil de hacer en un mundo tan digitalizado”.
El aumento de adeptos y la creciente popularidad del club reflejan una nueva tendencia en la sociedad. El reconocimiento de los daños de la interacción digital excesiva, como el agotamiento digital y la disminución del contacto cara a cara, resalta este deseo por menos tiempo de pantalla y más conexiones cara a cara.