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El día después: reconstrucción emocional tras la catástrofe

El miedo, la ansiedad y la tristeza marcan el día después de un desastre, mientras la comunidad busca reorganizarse y recuperar la sensación de seguridad.

La catástrofe sucedida en Bahía Blanca, nos rememora a las que hubo en Tucumán, precisamente en el sur. Esta tragedia para algunos, buscará que se la defina como sorpresiva, y para otros que pude evitarse, discusión donde hacerse cargo de la responsabilidad de quien la compete, estará ausente.

Cual sea la razón, durante el inicio y transcurso de la catástrofe, el miedo, la ansiedad, y el estrés son las emociones básicas para sobrevivir y enfrentar el peligro. Al día siguiente las emociones que suelen aparecer como la tristeza, la ira, la alegría, y la impotencia, es parte de la respuesta conductual, de sobrevivir, o respuestas ante las pérdidas materiales, las pérdidas afectivas, y la pérdida de la cotidianidad previa, donde existía una función y rol.

La sociedad que tenía su dinámica hasta ese día se convierte en algo estático, donde es urgente la ayuda organizada y la aparición de la ley, que deben complementarse mutuamente, es así que aparecen las organizaciones solidarias, equipos de salud, y rescate, y los equipos de tareas en urgencias sociales, como de brindar alimentos, y refugios, buscando prevenir el aumento de un caos interno, donde la lucha por la supervivencia puede llegar a tapar la humanización del vínculo.

En estas tragedias, es importante asistir en los primeros auxilios emocionales, para evitar más muertes, en especial por hechos de inseguridad o por suicidios, al igual q disminuir la aparición de estrés postraumático. La ayuda de otro es porque el ser humano, es un ser social, y dependiente, que se siente vulnerable para enfrentar el peligro, y necesita el apoyo de su grupo.

Sin embargo, y ante la pregunta que suele aparecer, “y ahora que, ¿cómo sigo?” Tiene diferentes interpretaciones personales, dado que algunos perdieron lo único, otros perdieron lo mucho, y otros lo de su alrededor, es decir las pérdidas son diferentes y similares, y al mismo tiempo causan desolación, porque se pierde la identidad de un día para el otro, en esa pregunta de cómo sigo, se necesita asimilar el dolor, pero también de buscar el apoyo,

En el análisis del estudio del duelo, resulta menos complicado, cuando es un duelo único, pero es más complejo cuando es variado (materiales, humanos, mascotas, trabajo, etc) he aquí que lo perecedero se hace eterno, y el clamor de ayuda, se convierte en clamor de pedidos de justicia que repare las heridas.

Empezar el día después, de recuperar parte de lo perdido, de recuperar su identidad, su lugar, y re hacer los vínculos, se vive con emociones contrapuestas, porque se extraña la risa del día previo, y se sustituye por la alegría de vivir un día más, o por la tristeza de haberlo perdido, o de extrañar las costumbres previas, que ahora es imposible realizar, porque ese presente, se vive con angustia, ya no estará el club donde iba para recrearse, ni la plaza para pasear las mascotas, ni la escuela donde estudiar, son lugares que quedarán como marcas en la memoria, que fueron utilizados para sobrevivir y rescatar, los días posteriores de la catástrofes, se vive como una disociación mental, una ciudad, que cuesta reconocerla, que se la siente como extraña y diferente.

Por último, el día después, queda en la memoria colectiva, que, en cada verano, con anuncios de tormentas, la paz se modifica por la alarma del miedo colectivo, y sus consecuencias catastróficas, como también desde lo individual, de volver a crear nuevas estrategias de afrontamiento muy diferentes, para sentir el apoyo, la adaptación al ambiente, o buscar el cambio. Porque puede suceder, que ese cambio, familias, dejen de habitar la ciudad, como fue la Villa Epecuén en Buenos Aires, o en menor medida como fue en Lamadrid en Tucuman.

Quedará en sí, la responsabilidad política, de lograr que esa ciudad, recupere su funcionamiento, y se transforme, para enfrentar nuevos desafíos, como lo fueron las ciudades destruidas por guerras o catástrofes y hoy son lugares seguros, y por supuesto la propia responsabilidad del ciudadano, de buscar los medios, para transformar el dolor por la tragedia, y el miedo, por la paz de sentirse seguro ante una nueva amenaza, la responsabilidad como ciudadano activo y participante en su sociedad.

Psi Roberto Gonzalez Marchetti

Mat Prof 1460

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