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Premian a fotógrafas argentinas por retratar la cuarentena

Irina Werning y Silvina Caserta son dos fotógrafas argentinas que fueron premiadas en México por sus retratos familiares durante la cuarentena.

La euforia / el tedio, el entusiasmo / la desazón, la ternura / el miedo. Los contrastes de la cuarentena puertas adentro los vivieron millones. Ellas también. Pero además, los documentaron y fueron premiadas en el concurso Historias de un mundo distinto, de la revista mexicana Gatopardo, del que participaron más de 250 trabajos de diferentes países de la región. Las fotógrafas argentinas Irina Werning y Silvina Caserta hicieron del ámbito doméstico confinado, un espacio de juego y expresión. El involuntario experimento social global que produjo la pandemia visto a pequeña escala. Lo íntimo y lo personal como testimonio de época.

“Como todos sabemos, estamos enjaulados”, dice el epígrafe que redactó Werning para la foto en que Siena (6), Lars (5), el padre de los chicos, y ella asoman entre los fierros de una elegante pajarera extra large. Se los ve serios y estoicos como aves altivas pero secretamente resignadas a un destino que nunca hubiesen elegido. Como en gran parte de la obra de esta fotógrafa, en este trabajo hay luz, humor, creatividad lúdica y también, una labor minuciosa de escenificación.

“Son fotos que hice al principio de la cuarentena, en marzo y abril. Y hoy me parecen tan lejanas… Siento que hubo miles de etapas en estos nueve meses. Esa fue la más paranoica, la de la lavandina pero también la de disfrutar el encierro porque parecía que era cortito. Pensábamos que era un mes que parábamos y estaba bueno. Había pilas para jugar, para imaginar”, explica Irina.

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Autora de Back to the future, un proyecto que consiguió trascendencia viral por su impecable recreación de fotos infantiles de decenas de adultos, Irina reconoce que este escape creativo respondió más a la necesidad de conectar con su vocación que al imperativo de entretenimiento obligado que asumieron tantos padres durante el confinamiento.

“Es curioso porque nunca había trabajado con mis hijos. De hecho, ni siquiera tenía más fotos familiares que las tomadas con el celular. Lo típico: después de estar todo el día en esta profesión a uno no le queda resto para seguir haciendo lo mismo en casa”, explica.

Armaba las producciones con cosas que tenía en casa, compraba otras por Mercado Libre… Por los niños uno trataba de sacar lo mejor de todo esto, de ponerle entusiasmo e imaginación a esa realidad distópica.

Irina Werning, fotógrafa

Por supuesto que los chicos no fueron meros modelos, sino que participaron activamente: “Se negaban, me cuestionaban, me daban vuelta todo, hacían cambios en cada propuesta”, cuenta. Cientos de “obras de arte” en papel glasé, crayón y marcadores empapelaron la fachada de la casa familiar en una improvisada exposición que, en tiempos de encierro, casi ningún vecino vio.

Un día sonó la música de los Locos Addams y vestidos cual Morticia y familia todos posaron para la que se convirtió en la foto que su autora considera la más lograda (y la favorita de los chicos).

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Los cortes de pelo en casa, representados en un set entre tijeras y peines gigantes de colores, padres e hijos refugiados bajo una mesa stockeada de alimentos como para sobrevivir en un búnker a la Tercera Guerra Mundial, el día que Lars amaneció con el párpado hinchado y hubo que consultar al médico por WhatsApp… A fuerza de ironía y buen ojo para los detalles elocuentes, Irina reprodujo muchas de las situaciones y las sensaciones que vivieron quienes atravesaron la cuarentena en familia.

“Armaba las producciones con cosas que tenía en casa, compraba otras por Mercado Libre… Por los niños uno trataba de sacar lo mejor de todo esto, de ponerle entusiasmo e imaginación a esa realidad distópica que estábamos viviendo. Por supuesto que parte de eso fue insostenible a largo plazo. Si muchas de estas mismas fotos las hubiese tomado en julio o en agosto nuestras caras de deprimidos no se hubieran podido disimular”, reconoce.

Y el transcurrir del tiempo volvió a ser un tema para Irina. Si en Back to the future hizo foco en los cambios de la niñez a la adultez, en una de las fotos del nuevo trabajo se propuso reflejar el paso de las estaciones durante el confinamiento. Un inevitable fluir que bien pueden expresar también los devenires emocionales. La escena estival muestra a los padres junto a los niños descalzos, todos en torno a un árbol verde y frondoso. Cinco meses después siguen unidos pero esta vez los reúne las yermas ramas invernales de la misma planta.

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Silvina Caserta siempre miró para adentro. Para esta mamá de tres hijos, los vínculos, el hogar y la familia son materias primas habituales: “Toda la vida documenté mi casa. Es algo que muchos empezaron a hacer en pandemia, pero yo llevo muchos años con esto”, explica.

Por supuesto que la cuarentena imprimió su marca. En 2020: Tiempos de pandemia, tal como bautizó a este trabajo, lo íntimo y lo cotidiano ganaron una intensidad que describe como “muy fuerte, muy movilizante”.

En sus fotos no hay artificios. Hay euforia, caras largas, juego espontáneo, un exterior deseado e inaccesible que llega sólo en forma de reflejos. Cinco personas y sus humores conviviendo en un estrecho PH de Villa Devoto

“Esta vez fue distinto porque estuve más atenta a los cambios de ánimo que nunca. Aprendimos a tolerarnos día a día. Cuando los medios de comunicación repetían ‘todos en casa’, ahí estábamos nosotros: todos adentro, todos juntos y apretados, vinculándonos y soportándonos”, recuerda Silvina.

Poder contar con los afectos creo que nos salvó a todos. Suerte que nos tenemos porque hay muchas personas que en esta pandemia no han tenido a quien abrazar.

Silvina Caserta, fotógrafa

Las cocinas como punto de encuentro y los colchones devenidos refugio de los más chicos son postales que se repitieron en miles de hogares donde padres y niños experimentaron la convivencia forzosa full time por primera vez en sus vidas.

“Sucedieron cosas que no hubieran pasado en otros contextos. Una de las fotos muestra la pared rayada por mi hijo menor. Fue la pared entera, no unas rayitas como habían hecho sus hermanos cuando eran chicos. Y esta vez la dejamos así, no la pintamos encima. Allí quedó como muestra del artista y su obra”, cuenta.

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Reconocerse a uno mismo dentro de los vínculos más estrechos, aferrarse y valorarlos fue parte de la estrategia de supervivencia. “El mundo hoy nos asusta. Suerte que nos tenemos”, escribió la fotógrafa en el texto que acompaña las fotos.

Y explica: “Me refería a la suerte de estar en familia, de poder compartir un hogar, de tener un alimento, de tener contención, compañía, un abrazo, dentro de este panorama desolador. Poder contar con los afectos creo que nos salvó a todos. Suerte que nos tenemos porque hay muchas personas que en esta pandemia no han tenido a quien abrazar”.

Dentro de ese abrazo hubo lugar para el arte: Roco (4), Greta (9) y Benicio (13) se pueden considerar coautores del proyecto de su mamá. La cuarentena les dio el suficiente tiempo para aprender a mirar más intensamente, a detectar climas, colores, luces y sombras, a armarse de paciencia para encontrar el mejor momento de hacer una foto. “Ante el miedo y todas esas preguntas que hacían: ‘¿Cuándo salimos?’, ‘La gente se está muriendo, ¿qué nos va a pasar?’, la posibilidad de contar la historia del encierro fue salvadora. Nos permitió hacer otro mundo”, concluye Silvina.

FUENTE: Clarín

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