Tras la multitudinaria "toma de Caracas" que realizó este jueves la oposición en la capital de Venezuela, y en lugar de convocar a la concordia nacional, el presidente Nicolás Maduro volvió a demostrar su anémica habilidad política y ratificó que su norte es regodearse en la torpeza.
Su destemplado anuncio tras concluir la marcha fue comunicar que tiene listo un decreto presidencial para levantar la inmunidad en todos los cargos públicos, en particular, claro, los de los legisladores de la oposición, que son mayoría en la Asamblea Nacional (el congreso).
Según Maduro, la inmunidad está siendo usada para conspirar y complotarse en contra del pueblo, por lo que ratificó que seguirá usando "la mano de hierro que me dio Hugo Chávez".
"Que nadie se equivoque conmigo. Estoy dispuesto a todo", lanzó el mandatario, quien denunció haber frenado "un golpe de estado" de la oposición, lo que empezó a traducirse en numerosas detenciones.
Todo eso tiene por objeto frenar lo que reclamaba la "toma de Caracas", esto es, que se le diera curso al pedido de revocatoria del mandato presidencial, un mecanismo que prevé la Constitución de Venezuela y que requiere para su puesta en marcha que lo pida el 20% del electorado.Esa cantidad de firmas se encamina a ser superada con creces.
El Gobierno de Maduro demoró la entrada a Caracas de manifestantes llegados de diversos puntos del país utilizando retenes militares, en un esfuerzo por restarle impacto a la manifestación, al tiempo que lanzó la detención de dirigentes opositores y la deportación de varios equipos de reporteros internacionales que intentaban cubrir el desarrollo de la marcha.
La crónica carestía de alimentos básicos, la monstruosa inflación y la sofocación de la industria nacional son algunos de los otros reclamos que son reconocidos hasta por muchos de los propios chavistas, que ven con desazón cómo Maduro ha destruido varios de los logros sociales de los que se vanagloriaba Chávez.
Venezuela necesita en estos momentos de buena parte de lo que carece Maduro: templanza, habilidad y ductilidad en la gestión y, sobre todo, reconocimiento de lo que la ciudadanía votó en las últimas elecciones legislativas.