La Asociación Argentina de Ecología (AsAE) otorgó el primer Premio a la Investigación Ecológica en Argentina Edición 2023 a un trabajo científico liderado por la Dra. María Alejandra Romero, docente investigadora de la Escuela Superior de Ciencias Marinas de la Universidad Nacional del Comahue y del CONICET donde se demuestra que las ballenas francas australes están recolonizando las costas de Río Negro. La población de la especie de ballenas está creciendo porque funcionan las leyes de protección, y el cese de la caza indiscriminada. Las capturas las dejaron al borde del exterminio. Al frenarse, ya se registra una alta tasa de recuperación.
El trabajo, titulado “Historical reconstruction of the population dynamics of southern right whales in the southwestern Atlantic Ocean”, fue publicado el año pasado (2022) en la prestigiosa revista internacional Scientific Reports. El mismo evalúa por primera vez la dinámica poblacional de la ballena franca austral Eubalena australis del Atlántico Sudoccidental para toda su área de extensión (Brasil y Argentina), logrando reconstruir las capturas balleneras desde el inicio de la remoción por caza, a la vez que presenta estimaciones de la tasa de recuperación, la abundancia actual y la tendencia poblacional. Del estudio también participaron, además de la Dra. Romero, los investigadores Mariano Coscarella y Enrique Crespo (Centro Nacional Patagónico, CONICET), Raúl González (Escuela Superior de Ciencias Marinas, UNCo), Juan Carlos Pedraza (UBA) y Grant Adams (School of Aquatic and Fishery Science, University of Washington).
La ballena franca austral estuvo al borde de la extinción. Pero ahora las poblaciones que habitan en el Océano Atlántico Sudoccidental se están recuperando, y recolonizan las costas de la provincia de Río Negro. Así lo demuestra la primera investigación que reconstruyó la historia de las violentas capturas de esos animales que ya se realizaban en el siglo XVIII. El mejor lugar para apreciar a los cetáceos desde la costa es Las Grutas, porque los acantilados permiten observarlas desde otro punto. En el Puerto San Antonio Este (ubicado a 65 km de ese balneario), aunque no existen acantilados también se ven bárbaro desde la playa. Y obviamente están los paseos en botes semirrígidos, que llevan al público mar adentro, para verlas directamente en su hábitat. De hecho, como cada año, la temporada de avistaje embarcado arrancará entre fines de julio y principios de agosto.
El jurado de la AsAE consideró que el trabajo publicado tiene un alto impacto sobre el conocimiento ecológico, la originalidad y las implicancias para la conservación de la biodiversidad. Destacó además que este trabajo constituye el estudio más extenso y completo de la remoción por caza de ballena franca para la región, recopilando datos históricos en un modelo de dinámica poblacional para todo el Atlántico Sudoccidental desde 1670 hasta la actualidad y proyectado hasta el año 2030. Cabe destacar además que, en su última reunión anual, el Comité Científico de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) decidió adoptar el modelo de dinámica poblacional utilizado en este trabajo como procedimiento de referencia para el monitoreo de la tendencia poblacional de la ballena franca austral en el Atlántico Sudoccidental.
El premio de la AsAE se otorga cada dos años y cuenta con una generosa contribución económica del Dr. Osvaldo Sala, destacado ecólogo argentino con un gran compromiso con la ASOCIACIÓN ARGENTINA DE ECOLOGÍA desde su fundación. El premio otorgado en 2023 a la Dra. Romero y su equipo de investigadores fue seleccionado como el mejor trabajo en ecología sobre un total de 17 postulaciones de artículos científicos de excelente nivel.
En las costas rionegrinas, además, pueden avistarse otras especies nativas que también valen la pena tener en cuenta. Hay lobos marinos de uno y de dos pelos, delfines de diferentes especies y pingüinos. “También se ven ballenas de especies distintas a la franca, aunque con menos frecuencia, como las ballenas Sei, Jorobadas o Yubartas y las Minke. Las ballenas son mamíferos que evolucionaron adaptándose a la vida en el mar. El trabajo de Romero, Enrique Crespo y otros investigadores sobre la población de ballena franca en el Océano Atlántico Sudoccidental permitió aclarar qué pasó en el pasado y hacer proyecciones.
Las poblaciones de ballenas enfrentaron cuatro siglos de matanzas por parte de embarcaciones que venían desde Portugal, España, Francia, Estados Unidos, Inglaterra y la ex Unión Soviética. El primer registro de caza de las ballenas es de 1602. Eran personas que venían en embarcaciones desde Portugal que hacían las capturas de manera manual a través del método vasco. Los cazadores iban con pequeñas embarcaciones a remo y usaban arpones a mano. Llegaban a capturar y matar unas cincuenta ballenas por año y al hacerlo sufrían heridas y congelamientos que ponían su propia vida en peligro.
Las ballenas son mansas y tranquilas, y por eso los seres humanos podían acercarse sin sentirse amenazados. Cuando son capturadas, flotan. Esas características posibilitaron que las ballenas francas fueran intensamente explotadas.
En el siglo XVIII y el XIX, se fueron sumando las capturas por barcos de bandera estadounidense, británica, francesa y española en el Océano Atlántico Sudoccidental. Pasaron a procesar a los animales dentro de las embarcaciones. Se las cazaba para obtener su grasa que a su vez servía para el aceite que era el combustible utilizado en lámparas de iluminación, calefacción y cocina en Europa. A principios del siglo XVII se estiman que había 58.000 individuos de ballena franca austral en el Atlántico Sudoccidental. Pero con la explotación comercial llegó a que quedaran solo 2.000 ejemplares en el año 1830. En 1935, la especie pasó a estar protegida por normas internacionales, y se prohibió la caza.
Alejandra Romero es licenciada en ciencias biológicas e investigadora adjunta del Conicet en el Centro de Investigación Aplicada y Transferencia Tecnológica en Recursos Marinos “Almirante Storni” (CIMAS), ubicado en San Antonio Oeste, Río Negro. La bióloga se radicó en Río Negro en 2006, cuando llegó para realizar un postdoctorado. Es oriunda de Buenos Aires.
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