El universo de colectivos es variado. En total, entre los que circulan por la ciudad de Buenos Aires, los que atraviesan la General Paz y los que tienen su recorrido solo por el Gran Buenos Aires existen 387 líneas. La CNRT tiene jurisdicción sobre las nacionales, numeradas desde el 1 al 200, que reciben subsidios. Las otras son municipales y provinciales, fuera de la mirada de la Nación.
Por día se cortan 9,8 millones de boletos que se pagan $371 en promedio. Según datos de noviembre de la Asociación Argentina de Empresas de Transporte Automotor (AAETA), una de las principales cámaras del sector, ese boleto debería valer $1348. Para decirlo de otra manera: cada vez que un pasajero sube a un colectivo, entre el subsidio oficial y el pago del usuario se suman $863. El resto es pérdida, que los transportistas suelen ajustar a través del deterioro del servicio. Y los pasajeros lo sienten.
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Largas filas bajo el rayo del sol. La falta de frecuencia de los servicios de distintas líneas de colectivos, entre los reclamos más recurrentes. Foto: La Nación
“¡Me dijo que me tome un taxi!”, se indigna Claudio en la terminal de la línea 194. Su voz se pierde entre el ruido constante de motores encendidos, el eco bajo el techo alto de chapa y el ir y venir de los pasajeros en Once. Aun así, su enojo con un chofer se escucha claro.
El incidente ocurrió hace unas semanas, cuando un corte de calles originó el desvío del recorrido del colectivo. “Yo le pedí bajarme, pero no. Me trajo hasta la terminal y tuve que hacer todas las cuadras caminando de vuelta”, relata Claudio con el mismo fastidio que lo llevó a enfrentar al conductor.
El reclamo de Claudio no es aislado. A través de un pedido de acceso a la información pública a la CNRT realizado por LA NACION Data, quedó revelado que la línea 194 lidera el ranking de denuncias entre las líneas del AMBA: en 2024 recibió un total de 612. El cálculo de la tasa de reclamos toma en cuenta la relación entre la cantidad de pasajeros y las quejas presentadas, un criterio que permite una evaluación representativa.
Sin embargo, la línea 194, al igual que la 57, tienen un régimen especial debido a las largas distancias que recorren. La primera, por ejemplo, va de Zárate a Plaza Miserere. Un chofer de la línea sostiene con firmeza que muchos reclamos no reflejan la realidad: “Es un trabajo complicado. No se trata solo de manejar, sino de lidiar con el tránsito, los horarios ajustados y la presión de los usuarios. A veces, la gente no entiende que no podemos parar en cualquier lugar o que los desvíos no los decidimos nosotros. Nos insultan y gritan como si fuera nuestra culpa, pero nosotros solo seguimos órdenes”.
Desde el Grupo Metropol, a cargo de la 194, explicaron: “El 25% de los reclamos se deben a la frecuencia. La línea 194 tenía un incremento de parque autorizado para dar servicio a su alta demanda, pero lamentablemente no se hizo efectivo porque el Estado se negó a realizar los aumentos de subsidios necesarios para dicha demanda. Pese a este contexto, los reclamos cayeron un 15% respecto al año anterior”.
Si bien hubo una leve disminución en la cantidad de denuncias diarias respecto a todas las líneas relevadas, de 125 promedio en 2023 a 104 en 2024, las demandas son altas y además variadas, algunas apuntan al servicio, otras a los conductores y en menor porcentaje al estado de los vehículos. Entre las más llamativas, aparece “abandono de puesto de conducción”.
Voceros de la CNRT señalaron a LA NACION que además de elaborar informes y estadísticas internas, las quejas que reciben les permiten reforzar los controles en las cabeceras de las líneas más reportadas. “Por ejemplo, si las denuncias están relacionadas con deficiencias en los vehículos, se verifica su situación y se actúa en consecuencia. Asimismo, cuando se registra un aumento en un tipo específico de denuncias en una línea de colectivos, se emiten advertencias y, posteriormente, se realizan actas de infracción o multas si se comprueba la veracidad de los hechos”, indicaron. Y sumaron: “Otro ejemplo común es la falta de frecuencias o servicios: al recibir un volumen significativo de estas denuncias, los agentes de la CNRT fiscalizan esa línea en distintos días y horarios. Si las irregularidades se confirman, se avanza con las sanciones correspondientes".
LA NACION realizó viajes en las líneas 194, 55 y 90 para conocer de primera mano las experiencias de los usuarios. Además, se incluyó la línea 60, que acumuló la mayor cantidad de denuncias en 2024, pero no es la más demandada en función de la cantidad de pasajeros que traslada. Tiene un promedio de tres reclamos diarios, un total de 1131 en el año. Este servicio conecta la ciudad de Buenos Aires con diversas localidades y tiene más de ocho ramales.
Línea 194
Con la paciencia al límite
“Pagamos el directo a Once, que se supone que son los nuevos, pero nos mandaron un colectivo viejo y ella terminó vomitando por lo incómodo que fue todo”, cuenta una mujer mientras abraza a su hija pequeña en la terminal de Once. Con un gesto de resignación, afirma que viajaron apretadas desde Zárate, en un trayecto que prometía ser agradable por el costo del pasaje: pagó $2500 por cada una, o sea, $5000 entre las dos, que ida y vuelta resultan $10.000. “Lo tomamos a las 7.30 de la mañana pensando que sería directo y cómodo, pero no fue así. No denuncié lo que pasó porque es perder tiempo”, concluye, agotada.
Cerca de ella, una señora mayor que transpira bajo el sol de enero, comenta con evidente hartazgo: “Los choferes son maleducados, siempre responden mal. Ya tuve varios problemas con ellos. Te tratan con desprecio, como si no quisieran estar trabajando”. Otra usuaria, llamada Betiana, escucha la conversación y pide dar tu testimonio: “La aplicación te dice que para en tal lado y no para”.
“La verdad es que no tuve muchos problemas con la línea”, afirma un pasajero que espera su colectivo en una fila que parece inmóvil, pero enseguida matiza: “Hay choferes que no saben manejar y encima son pibitos”.
La compañía a cargo de la línea asegura que, además de que no pudieron avanzar con las mejoras referidas a frecuencias por la falta de fondos del Estado, siguen de cerca las demandas de los usuarios. “La CNRT envía los reclamos diariamente y los mismos se responden uno por uno en un plazo de 30 días. Además, la empresa cuenta con sus propios canales de comunicación con los pasajeros como mail y redes sociales”, dijeron a LA NACION voceros del grupo Metropol.
Línea 55
Tránsito e impuntualidad
En promedio, dos pasajeros por día denunciaron a la línea 55 durante 2024, que transporta a más de ocho millones de personas por año y conecta Barrancas de Belgrano con San Justo. “El problema más grande es la falta de puntualidad. A veces llegan dos o tres colectivos seguidos, y otras veces tenés que esperar más de media hora”, dice Lucas Rivera, quien depende de este colectivo para ir a trabajar.
“Viajar con chicos es un desafío”, afirma Laura Ríos, mientras ajusta la mochila de su hijo menor antes de subir a la línea 55. Para ella, la falta de espacio y la imprudencia de algunos choferes son complicaciones frecuentes. “Los colectivos siempre están llenos, y conseguir un asiento es casi imposible. Mis hijos terminan viajando parados, agarrándose de donde pueden, y eso me preocupa mucho porque cualquier frenada brusca puede ser peligrosa”, expresa.
La empresa Almafuerte, que opera la línea, respondió los cuestionamientos de pasajeros e invitó a LA NACION a sus oficinas para mostrar informes: “Hay muchas cosas que pueden ser reales; los choferes tal vez no hagan lo que deben, ni lo que se les ordena. Pero también hay muchas denuncias, como las frecuencias, que son problemas generados por el tráfico”. En este sentido, señalaron el caso de la avenida Provincias Unidas, en la ruta 3. “Cuando vamos a la mañana para Capital, los semáforos nos atrasan”, advirtieron.
Respecto al reclamo de unidades que no frenan en las paradas, indicaron: “Tampoco se puede parar cuando el colectivo va lleno”. Y remataron: “Hay muchas cosas que se dicen que no son ciertas. Algunas negligencias son de algunas empresas y otras son del Estado. Es una barbaridad la falta de respeto que tienen con los transportistas”.
Línea 90
Más recorrido y renovadas quejas
La línea 90, que une Constitución con Villa Devoto, acumuló 202 denuncias durante 2024. Más de la mitad de los reclamos se centraron en la frecuencia. “La semana pasada, el colectivo en el que viajaba se rompió. Nos hicieron bajar a todos, esperar más de media hora otro colectivo y no hubo una sola explicación del chofer. Ni siquiera sabíamos si iba a llegar algo”, relata María Álvarez, de 49 años. Según su testimonio, los desperfectos mecánicos son bastante habituales en esta línea. “A veces los asientos están rotos, el aire acondicionado no funciona o el motor hace un ruido que parece que no llega a destino”, describe.
“La línea 90 debería ser más constante. Pueden pasar dos colectivos juntos y después no hay nada por casi una hora. Uno termina llegando tarde al trabajo o esperando en la parada sin saber cuánto tiempo va a estar ahí”, explica Héctor. Además, apunta a la actitud de algunos choferes: “El otro día toqué el timbre y el colectivo no frenó en la parada. Cuando le reclamé, me dijo que era culpa mía por no tocar a tiempo. Pero yo toqué, y no soy el único al que le pasa. Muchas veces se hacen los distraídos”.
Desde Metropol, que también opera esta línea, indicaron que las quejas por las frecuencias se deben a que hubo una extensión en el recorrido, “para dar, por primera vez en su historia, servicio en el barrio 21-24 de Barracas”.
Motivos más frecuentes de las denuncias ante la CNRT
Línea 60
Entre avances, hay reclamos que persisten
“Es una pesadilla”, sentencia Mariana Gutiérrez, de 41 años. “Hace un mes subí para ir a trabajar y el colectivo estaba lleno de gente, apenas se podía respirar. El aire acondicionado no funcionaba y las ventanas estaban cerradas…no se podían abrir. Fue un viaje eterno. Nosotros pagamos caro y merecemos viajar en condiciones dignas”, sostiene.
En contraste, Andrea, una pasajera que utiliza la línea para viajar a Tigre, destaca las mejoras del último tiempo. “He notado avances. Ahora viajo sentada y muchas veces con aire acondicionado, algo que antes era impensado”, comenta, aunque admite que los tiempos de espera siguen siendo un problema recurrente.
Por su parte, Sofía Albornoz, de 25 años, recuerda un episodio humillante con un conductor: “Subí con mi SUBE sin saldo y me gritó delante de todos: ‘¿Cómo subís sin plata?´. Entiendo que su trabajo es difícil, pero eso no justifica la falta de respeto”.
Desde Micro Ómnibus Norte S.A. (MONSA), la empresa encargada del servicio de la línea 60, indicaron que la CNRT les informa sobre las denuncias realizadas por los pasajeros y que ellos actúan en consecuencia. En este sentido, describieron que, cuando reciben una queja relacionada con un chofer, “se lo cita para dialogar” y, si los cuestionamientos persisten, pueden tomarse medidas adicionales. Respecto al estado de las unidades, afirmaron que “los problemas son mínimos, ya que los colectivos son más nuevos”.
“No es nuestra culpa”
Durante los recorridos realizados por LA NACION en las líneas 194, 55, 90 y 60, varios choferes compartieron su perspectiva sobre las críticas. Aunque prefirieron mantener el anonimato, algunos admitieron la existencia de problemas estructurales, mientras que otros cuestionaron el comportamiento de los pasajeros y consideraron que parte de las acusaciones son “exageradas” o “sacadas de contexto”.
La relación con los usuarios es un capítulo aparte. “En los horarios pico, los más complicados, la gente sube enojada porque viene esperando mucho tiempo. Pero no es nuestra culpa. Lo que pasa es que la bronca siempre recae en nosotros porque somos la cara visible. Si les contestás, te denuncian; si no les contestás, también”, dice un conductor de la línea 60.
Al volante de un colectivo 57, otro chofer plantea: “Dicen que somos maleducados, pero yo creo que muchos pasajeros no saben cómo comportarse. Suben gritando, no respetan que también tenemos normas que cumplir. No digo que todos sean así, pero hay mucha falta de respeto hacia nosotros”.
Otros reconocen que hay colegas que no manejan bien los momentos de estrés: “Algunos pierden la paciencia rápido. A veces porque están cansados, otras porque no tienen ganas de trabajar. Eso también genera problemas. Yo creo que necesitamos más capacitación para manejar estas situaciones, porque al final pagamos todos por el maltrato de unos pocos”, señala un conductor de la línea 90.
La defensa más férrea llegó desde la Unión Tranviarios Automotor (UTA). “Los choferes se cansan de hacerle denuncias a las empresas. Lo que pasa es que las empresas tienen un vínculo con la CNRT y es muy difícil meterse como sindicato. Nosotros no recibimos denuncias de los usuarios”, sostuvo un vocero.
En diálogo con LA NACION, el portavoz aseguró que la UTA se encarga de darles prácticas a los conductores en un simulador y apeló al arduo trabajo que realizan. “Los choferes hacen diez cosas al mismo tiempo. Son muy responsables. Sobre todo porque llevan gente. Si el chofer ve que algo está mal, que un colectivo está en malas condiciones, no se sube”, cerró.
Las distintas partes del universo de los colectivos, con matices, atribuyen el grueso de la responsabilidad de los inconvenientes a otros actores. Los pasajeros, en tanto, elevan quejas variadas, que se pueden resumir en un reclamo general: viajar mejor.