Hoy el bebé estrella sigue brillando en el cielo y cuando es de día se refugia tras el sol y las nubes… sí, esas que son bien mulliditas, esas que invitan a saltar en ellas si se pudiera…
Sin duda, el duelo por la pérdida de un bebé puede ser largo o corto pero siempre se lleva en el alma. Recuerdo aún el infierno de aquellos días, los momentos más duros a los que he podido enfrentarme desde que soy persona y tengo uso de razón. La forma en la que perdí aquel bebé y mi necesidad de expulsar aquel inmenso dolor me llevaron a escribir sobre mi pérdida. Al principio me comporté como si aquello no fuera conmigo, luego entendí que aquel capítulo de terror formaba parte de mi y más tarde necesité explicarlo como pude. Amigas mías no podían creerlo, otras no entendían cómo podía escribir un post sobre algo así… quizás porque soy una persona que para según qué cosas puedo llegar a ser fría o pragmática y necesito cerrar carpeta cuanto antes. Controlar las emociones es algo durísimo y me daba miedo entrar en un bucle de preguntas y penas porque sé de algunas madres que han enloquecido con el tema, incluso tejiendo mantas con nombres bordados para esos bebés que nunca llegaron o yendo a grupos de ayuda. No fui a ningún grupo de duelo, ni tampoco me paré a pensar demasiado en el tema, no pudo ser y tenía que aceptarlo, no debía preguntarme tantas cosas.
Las ganas por tener un bebé se vieron frenadas por aquella pérdida y al principio no quise saber absolutamente nada de quedarme embarazada. Ya tenía bastante con mi hijo de año y algo al que me aferré para celebrar la vida y aprender a valorar las pequeñas cosas que nos da el destino. Era más afortunada de lo que pensaba. El hecho de tener un bebé sano, precioso y mi pareja fue lo que me hizo sentir viva y acabar de confirmarme que debía volver a intentarlo, que las cosas no tenían que repetirse. Era consciente de que aquel capitulo oscuro estaba ahí y de hecho no me abandonó tan fácilmente (aunque yo creía que estaba superado).
No tardó en llegar. Cuando supe que esperaba otra criatura no podía creérmelo. Me sentí muy afortunada por saber que estaba embarazada pero me costaba creer que todo estaba bien. Después de perder un bebé te entra un miedo tremendo cada vez que te enfrentas a una ecografía. Recuerdo cuando fuimos a la eco de las 20 semanas (sí, mitad de embarazo!) seguía dudando de mi estado e incluso estaba nerviosa y obsesionada con que todo estuviese bien. Todo iba sobre ruedas pero aún así, me costaba mucho relajarme y disfrutar plenamente de mi estado.
Desde luego es un buen nombre para bautizar a esos bebés salvadores y es que ella con su luz y sus colores ilumina nuestras vidas desde hace 10 días…
La luz de mil colores llegó al ver aquella bebota perfecta, gordita y rosadita. En la sala de parto, pedí por favor que me dejaran cogerla y sacarla de mis entrañas. Quise vivir aquel parto de una forma más animal. Sentir el placer de abrazar la vida desde el primer aliento de mi pequeña en este mundo de locos. Y hoy al atardecer, mientras tendía la ropa contemplando el cielo de otoño me he parado y me he preguntado cómo había dudado tanto y por qué no había disfrutado de mi bebé arcoíris antes de que naciera. Ha pasado desapercibida durante los 9 meses de embarazo aunque me ha regalado un embarazo de lujo y un parto de libro. Gracias por estar en nuestras vidas.