El Parque Cultural de Lules, con sus más de seis hectáreas de extensión, ofreció un marco inmejorable. No solo por la magnitud de los escenarios y la calidad de los artistas convocados, sino también por la funcionalidad de cada espacio dispuesto. Desde el área de estacionamiento hasta los más de 40 kioscos y patios gastronómicos, todo estuvo diseñado para que el público se sintiera cómodo y seguro.
Uno de los puntos más destacados fue la accesibilidad visual: más de siete pantallas distribuidas en el predio permitieron que, desde cualquier lugar, los asistentes pudieran seguir cada detalle de los espectáculos con una tremenda calidad de imagen, fruto del impecable trabajo del equipo técnico encargado de la transmisión oficial del festival. Esa previsión generó un alto grado de conformidad entre los presentes, quienes pudieron disfrutar del festival sin importar la ubicación elegida.
El lema que lo identifica —el festival de la familia— se sintió en cada rincón. Hubo orden, cuidado y una clara presencia del personal de seguridad municipal, que garantizó un clima de tranquilidad y disfrute. El resultado fue un ambiente plural, diverso y absolutamente familiar, donde grandes y chicos compartieron el mismo entusiasmo.
En lo artístico, la programación fue un viaje que unió tradición y modernidad: desde los sonidos ancestrales del folclore hasta los ritmos más contemporáneos del pop y el rock argentino. Nombres de enorme peso como Soledad, Miranda!, El Chaqueño Palavecino, La Konga, Nahuel Pennisi, Los Tekis, Trulala, Bersuit, Los Cafres, Ahyre, Campedrinos, Canto 4 y Christian Herrera coronaron noches memorables bajo el cielo luleño.
El respaldo institucional también se hizo sentir. La intendente Marta Albarracín destacó el apoyo del gobernador Osvaldo Jaldo y del ministro del Interior Darío Monteros, quienes acompañaron esta edición que fue declarada de Interés Turístico Provincial.
En términos de convocatoria, los números hablan por sí solos: más de 80.000 personas disfrutaron del festival en un marco primaveral que pareció acompañar a la perfección el espíritu de celebración.
Con promoción previa en la Casa de Tucumán en Buenos Aires y en el Ente Tucumán Turismo, el festival trascendió fronteras y se consolidó como un producto cultural de alto impacto para toda la provincia.
Al finalizar, quedó claro que no se trató únicamente de música: fue un espacio donde se entrelazaron identidad, tradición, cultura y desarrollo económico local. Una edición que marcó un nuevo capítulo en la historia de un festival que, año tras año, nos recuerda por qué Lules sigue siendo —y será siempre— el latido cultural del corazón del norte argentino.
