Durante la misa de canonización de la que participa, entre otros, el presidente Javier Milei, el Papa convirtió oficialmente en santa a Mama Antula al leer en latín la elevación a los altares de "Beatam Mariam Antoniam a Sancto Ioseph de Paz y Figueroa".
"En honor de la Santa e individua Trinidad, para- la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y Nuestra, después de haber reflexionado largamente, invocado muchas veces la ayuda divina y escuchando el parecer de numerosos hermanos en el Episcopado, declaramos y definimos Santa la beata María Antonia de San José de Paz y Figueroa y la inscribimos en el Catálogo de los Santos, estableciendo que en toda la Iglesia sea honrada devotamente entre los santos", proclamó el Papa.
"Un regalo para el pueblo argentino"
Francisco se refirió a canonización de Mama Antula como “un regalo para el pueblo argentino” y propuso su vida como ejemplo para “no rendirnos frente a las adversidades”, destacando que “el camino de la santidad implica confianza y abandono”.
El Santo Padre recibió el viernes a un grupo de peregrinos de la Argentina que se encuentran en Roma en el marco de la canonización de Mama Antula.
Al inicio de su discurso desde el Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre resaltó que la caridad de Mama Antula, sobre todo en el servicio a los más necesitados, “hoy se impone con gran fuerza, en medio de esta sociedad que corre el riesgo de olvidar que el individualismo radical es el virus más difícil de vencer”.
El Pontífice destacó asimismo que la futura santa es un “ejemplo y una inspiración”, al tiempo que invitó a seguir sus pasos para “ser ese signo de amor y de ternura entre nuestros hermanos”.
Posando su mirada en las adversidades que tuvo que atravesar esta laica consagrada para conservar el espíritu de la Compañía de Jesús en su país natal, el Papa Francisco señaló que “el camino de la santidad implica confianza y abandono”.
Así, recordó cuando la beata María Antonia “llegó sólo con un crucifijo y descalza a Buenos Aires, porque no había puesto su seguridad en sí misma, sino en Dios, confiaba en que su arduo apostolado era obra de Él”.