Una vez más otra muerte por femicidio, como tantas que pasaron en nuestra provincia. El homicidio, seguido con suicidio, es necesario entender lo que ocurre en la conducta del asesino.
Antes es necesario hacer una diferenciación con el suicidio clásico, es que la persona que elige terminar con su vida, estuvo en un momento grave de sufrimiento, sin contención efectiva, con depresión previa, afrontando la pérdida de su ser querido, solo desea terminar con el sufrimiento. En las personalidades “violentas”, el mal manejo de la frustración y de los impulsos, siempre busca controlar, dominar y liquidar las amenazas, en las dos primeras, la violencia y la amenaza es entre lo verbal, físico, económica y psicológico, ante el avance de la frustración, se incrementa más el odio y el rencor, pierde el control de sí mismo, se anula el sentido de responsabilidad, juicio reflexivo, y la ejecución de matar está en marcha, planifica, pero termina eligiendo el momento del coraje, sea bajo sustancia, o con reforzadores emocionales como la ira.
Hay vestigios, que puede ayudar a prevenir estos actos, como cuando el agresor cambia su comportamiento, pasa mayor tiempo solo, esta hostil con el entorno, merodea la zona, y la víctima, para elegir la forma y el lugar para llevar cabo el acto. Si bien se elige un arma de fuego que es lo habitual, porque está dentro de las creencias mentales como el arma segura para matar. No es lo mismo matar en un gym que, en la esquina de un lugar cualquiera, ese lugar elegido solo está interpretado por el victimario, para dejar el mensaje indirecto, basado en la paranoia del momento, es por eso que estos casos, las víctimas son la ex pareja, y en menor medida hijos, o padres.
El móvil sea los celos paranoides, la agresividad, /hostilidad, y el dominio, es disparado por la situación de rechazo y alejamiento de la víctima.
El miedo a que la víctima lo domine es otro factor interno, que motiva más su ideación de muerte, al eliminar todos mecanismos de inhibición del impulso, donde la venganza no incorpora la compasión, a la víctima no la ve como un ser humano, sino como una imagen u objeto que merece ser castigado.
En conclusión, en estos casos, elegir el suicidio, como forma de eludir la responsabilidad del acto, representa un nuevo daño más y una continuidad más severa, hacia la familia de la víctima, o sus amigos, que también han padecido la violencia en forma indirecta, del asesino. Se inicia un proceso de Duelo, que probablemente cueste cerrar con el tiempo, al estar impune el acto.
*Roberto González Marchetti, ex presidente del Colegio de Psicólogos de Tucumán