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Una maestra de Ranchillos fue elegida entre los 5 docentes más destacados del país

Olga Patricia Amaya, de la escuela rural de Árbol Solo, Ranchillos, fue seleccionada entre más de 200 postulantes. Logró que sus alumnos pierdan el miedo a leer y hablar.

Una campaña nacional busca reconocer a los grandes docentes. Por tercer año consecutivo, durante septiembre, Mes de la Educación, cinco educadores que fueron destacados por la sociedad son los rostros de una campaña en vía pública que busca reconocerlos y celebrar su tarea. Uno de esos rostros es el de una tucumana: Olga Patricia Amaya, de la escuela 142 “Armando Andrés López”, en la localidad de Árbol Solo, Ranchillos.

La iniciativa es impulsada por la Fundación Varkey junto con otras organizaciones aliadas, con el objetivo de concientizar sobre la importancia de la tarea docente con historias y rostros reales, llegando a más de 20 millones de personas. La selección de los docentes se realizó a través de una convocatoria donde la sociedad pudo nominar a aquellos maestros que marcaron sus vidas. De más de 200 postulaciones, un comité de la fundación eligió a los cinco finalistas.

La historia de la seño Patricia

Patricia Amaya, como la llaman cariñosamente sus estudiantes, cada mañana se sube al colectivo para llegar a su escuela, una institución rural a 35 km de la capital de Tucumán donde la señal de teléfono se entrecorta, pero donde 205 niños asisten cada día al jardín y a la primaria. Allí, la “seño” enseña lengua y matemática a los chicos de quinto grado y lidera proyectos que transforman la alfabetización en un acto de vida.

Nacida en Ranchillos, estudió para ser docente pese a las dificultades económicas. Para ella, alfabetizar no es solo enseñar a leer y escribir, sino lograr que los chicos puedan comunicarse, ser comprendidos y desenvolverse en todas las áreas de la vida.

Innovación en el aula

Desde su llegada a la escuela el año pasado, Patricia revolucionó la enseñanza con propuestas innovadoras. Introdujo el trabajo con títeres y audiocuentos: primero los chicos escuchaban leyendas y cuentos, luego empezaron a grabar sus propias voces, adaptando los textos y poniendo voces a los personajes. Con la ayuda de los padres, confeccionaron títeres de dedos y de papel, y sumaron a los profesores de educación física y tecnología para armar la puesta en escena del teatro.

Este esfuerzo compartido ya da frutos: los alumnos más callados ahora participan, leen y se animan a hablar. Las obras de teatro no solo se presentaron en la feria de ciencias zonal, sino que también las llevaron a una escuela rural cercana y planean alcanzar a otras de la región.

“Quiero que aquí encuentren un lugar donde pueden ser felices, que se lleven ese recuerdo de la escuela como un espacio de vida”, dice Patricia a sus 49 años. Para ella, la educación rural es un esfuerzo colectivo de docentes, familias y estudiantes, donde cada logro es un triunfo de toda la comunidad.

Los otros cuatro docentes reconocidos

Junto a Olga Patricia Amaya, también fueron reconocidos Jackeline Hernández (CABA), una maestra venezolana que enseña ciencias en contextos vulnerables; Julieta Moreno (Guaymallén, Mendoza), quien trabaja en un centro educativo para niños en situación de vulnerabilidad; Jonatan Emanuel Fernández (Rosario, Santa Fe), un profesor de geografía que impulsa talleres de lengua de señas; y Julieta Verónica Ursagaste (La Quiaca, Jujuy), una directora que transformó una escuela técnica precaria en un modelo de excelencia en la Puna.

Agustín Porres, director regional de Fundación Varkey, expresó: “Tenemos que poner a los grandes docentes en nuestra conversación cotidiana. Tenemos que dejar la oda al fracaso y reconocer a ese gran docente que tenemos cerca. Si queremos transformar la sociedad, empecemos por la educación: escuchemos la voz de los docentes, acompañemos su trabajo y reconozcamos su tarea”.

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