Reforma laboral: se viene una negociación clave entre el Gobierno y la CGT
Será piloteada por Diego Santilli y Martín y “Lule” Menem. Apunta a consensuar el proyecto antes de que llegue al Congreso. La herramienta de presión para aflojar la dureza sindical.
El Gobierno y la CGT se encaminan a una inminente negociación para intentar el máximo consenso posible de la reforma laboral que elaboró el Consejo de Mayo y que hasta ahora tiene un fuerte rechazo del sindicalismo.
Las tratativas se harán contrarreloj ya que el 15 de diciembre se conocerá la versión oficial del proyecto para que sea presentado en el Congreso y pueda ser debatido durante el período de sesiones extraordinarias.
Hasta ahora, según admitieron altas fuentes oficiales, la expectativa es que las negociaciones sean piloteadas por el ministro del Interior, Diego Santilli; el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, y el subsecretario de Gestión Institucional en la Secretaría General de la Presidencia, Eduardo “Lule” Menem.
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Hace 10 días, en la conferencia industrial de la UIA, Santilli se cruzó con los cotitulares de la CGT Cristian Jerónimo (empleados del vidrio) y Jorge Sola (Seguros) y fue insistente en dos puntos: que el Gobierno los iba a convocar para hablar sobre la reforma laboral y que no creyeran en los trascendidos sobre el tema porque hay voluntad de llegar a un acuerdo con el sindicalismo.
En la CGT están esperando que los convoquen para reunirse. El jueves pasado, tras un encuentro con los diputados de extracción sindical, Sola hizo una advertencia al Gobierno en caso de que no abra el diálogo: “Si no nos llaman, chocarán con la pared de siempre”.
Los sindicalistas quieren llegar preparados a la reunión con el Gobierno y, con la asistencia del equipo de abogados de la CGT y algunos diputados, se está realizando un punteo del último borrador de la reforma laboral para elaborar una contrapropuesta que sirva de base para negociar.
Cuando se produzca la reunión oficial, la CGT trataría de voltear algunos de los artículos que más le preocupan, como la reglamentación del derecho de huelga en los servicios esenciales, la limitación de la ultraactividad de los convenios colectivos de trabajo, la prioridad de los convenios por empresa, la restricción de las cuotas solidarias, la regulación de las asambleas en las empresas y otros que pondrían en jaque al poder sindical.
En el Gobierno están convencidos de que el sindicalismo rechaza con más énfasis esos puntos, vinculados con el derecho colectivo, que otros cambios incluidos en el proyecto y que son del derecho individual, como el banco de horas y el fraccionamiento de vacaciones, por ejemplo: “La jornada de trabajo, los días de franco y el descanso anual suelen ser negociados por los trabajadores en las empresas”, afirmó un funcionario libertario.
Ahora se abrirá una posibilidad de que los sindicalistas hagan sus observaciones para impedir que se declare una guerra total por la reforma laboral. Y en la Casa Rosada reconocieron que hay artículos que pueden ser atenuados en aras de la “paz social” y que en eso está de acuerdo hasta un duro como el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger.
La importancia que le da el Gobierno a las últimas negociaciones con la CGT radica en el hecho de que, además de Santilli, de las charlas con los dirigentes sindicales participarán los dos Menem (Martín y “Lule”), que responden de manera directa a Karina Milei, con cada vez más poder en la estructura gubernamental.
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¿Qué puede pasar en la inminente negociación entre el Gobierno y la CGT? La Casa Rosada quiere llegar a esa instancia con el apoyo a las reformas de Milei y al Presupuesto 2026 por parte de los 20 gobernadores que firmaron el Pacto de Mayo en Tucumán, algo que será una herramienta de presión para aflojar la dureza sindical.
Para la CGT se vienen días decisivos: intentará frenar la versión más dura de la reforma laboral, pero será difícil que termine firmando los cambios propuestos por Milei aunque sean más benévolos para el poder sindical. Todo lo que pase en esta instancia final será tamizado por el filtro del ala dura del gremialismo, que presiona para vetar el proyecto oficial y romper sí o sí con el Gobierno.